Tras estudiar Bellas Artes en Madrid, Carmen Abascal se dedica a dirigir una Asociación de tiempo libre para niños, dónde pone en marcha un concurso de comedias musicales, en el que la creatividad aplicada a la escenografía y vestuarios, además del baile y música, tiene un protagonismo determinante.
No obstante, pinta constantemente tanto en pequeño como en gran formato, explorando distintas técnicas y materiales.
Muy influida por la corriente española de los años 60 con artistas todos ellos muy matéricos, como se les denomino entonces, empleaban «materias» para crear sus obras. Reconoce que la arena tiene un gran atractivo también para ella y trabaja el anclaje en la naturaleza, en la tierra, en las rocas, el barro, el campo, el mar, los volcanes y el cosmos incluso, algo por lo que se siente fascinada. La naturaleza genera en ella una admiración profunda que expansiona el corazón y hace que se sienta parte de un universo inmenso. Le gusta formar parte de ese todo inconmensurable, bello e inabarcable. En esta línea, ha trabajado con tablas, cuadernos, telas, materiales de reciclaje que le ayudan a expresarse.